-Esto. Esto es lo que obtienes, ¿sabes?
No ha sido más que tu maldita culpa, tus malditas ganas de hacerlo todo mal. Y
mira que te avisé, ¿eh? Que estaba viendo las noticias. Vengo cansado, pero tú
me tienes que dar la puta vara. Pues ya está, al final colmaste el vaso.
Fue hacia la cocina y con un trapo
se limpió las manos. Lo metió en la lavadora y la intentó encender. Pero no
supo.
-¡Joder! Y ahora no se ni poner
esta mierda porque nunca me enseñaste.
Al fin consiguió hacerla
funcionar. Con un suspiro, volvió al salón y se paró frente al sofá. Mirando el
cuerpo en silencio. No parecía real. Tampoco parecía que fuera su culpa, ni que
él la hubiera matado.
De nuevo con un suspiro, se frotó
los ojos y se sentó en la silla, frente a la televisión, aun encendida.
-Joder, y siempre con la puta
sonrisa esa, pues no soy tonto. Sé que es falsa. Esa mirada que siempre me echas no
me gusta. Y te lo digo pero te da igual. ¿Es que acaso hablo para las putas
paredes? Parece que no aprendes, ostia.
"Bueno –rió-, y no digamos todas
las otras tantas que te digo que ¡no se me molesta cuando veo la puta tele! –Se
levantó de la silla, acercando la cara hacia un rostro inexpresivo. Se calmó al
cabo de unos segundos, volviéndose a sentar-. Mira que llevo años diciéndolo,
pero no, a ti te da igual. Como todo. Y joder, al final te llevas la ostia.
De fondo, escuchó unas sirenas de
policía. No se dio cuenta de que cada vez se escuchaban más fuertes, ni que
llamaron al timbre repetidas veces hasta pasados unos minutos.
Se levantó tranquilamente, se acercó a la puerta y
preguntó quién era.
-Policía. Abra la puerta.
-¡Échenla abajo por Dios!
¡Escuché los gritos hace rato, échenla abajo!
-Joder, ya está metiendo las
putas narices la pesada de abajo –pensó para sí.
No supo por qué, pero acabó
abriendo la puerta lentamente. Los siguientes minutos no supo nunca decidir si
pasaron realmente tan deprisa o es que él lo vivió así. Cuatro policías
entraron en la casa corriendo. Le arrestaron, la vecina lloraba mientras le
insultaba e intentaba pegarle sin éxito. Rastrearon la casa, examinaron el
cuerpo de su mujer, llamaron a más agentes… Lo bajaron a la calle donde todos
los vecinos pudieron ver cómo le metían en el coche y se lo llevaban.
Quizás alguna vez se pudiera dar
cuenta de por qué tanto escándalo. ¿Nadie podía ver que había sido ella quien
le había obligado a hacerlo?
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